El pasado 12 de noviembre de 2024, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, anunció un acuerdo con empresarios para reducir el precio máximo de la canasta básica a 910 pesos durante los próximos seis meses, una disminución del 12.4% respecto al año anterior. La medida involucra a 19 empresas productoras y 11 comercializadoras, con el objetivo declarado de mitigar la inflación y aliviar el costo alimentario para las familias mexicanas.
Aunque la propuesta parece ser un alivio directo y necesario en un contexto de alta inflación, la experiencia histórica y el análisis económico sugieren que este tipo de medidas, lejos de resolver los problemas estructurales, suelen tener consecuencias negativas a largo plazo, especialmente cuando se trata de intervenciones directas en los precios de mercado.
¿Es viable una canasta básica a precio fijo?
El acuerdo plantea una rebaja significativa en los precios de productos esenciales como leche, arroz, frijoles, aceite y otros alimentos básicos. Sin embargo, para que estas empresas puedan mantener los costos tan bajos, inevitablemente tendrán que asumir pérdidas o reducir su margen de ganancia, lo que podría llevar a:
1.Una disminución en la calidad o cantidad de los productos: Para mantenerse dentro del precio estipulado, los productores podrían optar por ajustar la calidad de los productos o reducir su tamaño.
2.Desincentivo a la producción local: Los precios artificialmente bajos no reflejan el costo real de producción, lo que puede llevar a los productores más pequeños a abandonar el mercado.
3.Distorsiones en la cadena de suministro: Las comercializadoras podrían priorizar productos más rentables, lo que causaría desabastecimiento de los productos incluidos en la canasta.
Un caso conocido: Argentina y el precio fijo de los alimentos
Las similitudes con el caso argentino son evidentes. Durante los gobiernos kirchneristas, la fijación de precios para alimentos básicos tuvo como resultado una caída en la producción nacional, especialmente en sectores como la carne y los lácteos. En lugar de combatir la inflación, estas políticas aumentaron la dependencia de importaciones y fomentaron mercados paralelos, donde los productos se vendían a precios mucho más altos.
Además, los subsidios necesarios para mantener estos precios generaron déficits fiscales insostenibles, agravando aún más el problema económico. Como resultado, el costo de los alimentos siguió aumentando, pero de manera encubierta, afectando especialmente a los sectores más vulnerables.
¿Qué soluciones alternativas existen?
Si bien controlar el precio de la canasta básica puede ofrecer un alivio temporal, la medida no aborda las causas estructurales de la inflación ni mejora la capacidad de los consumidores para acceder a bienes esenciales de manera sostenible. Una alternativa más efectiva sería implementar políticas que:
•Fomenten la competitividad y la inversión en el sector agroindustrial.
•Reduzcan los costos de producción mediante incentivos fiscales, eliminación de burocracia innecesaria y mejoras en infraestructura.
•Fortalezcan los programas sociales para que las familias más vulnerables puedan adquirir alimentos sin distorsionar los precios del mercado.
Estas políticas están alineadas con las ideas libertarias, como las propuestas por el presidente argentino Javier Milei, quien busca liberalizar los mercados y reducir la intervención estatal, permitiendo que la economía funcione de manera eficiente y que los precios reflejen las condiciones reales del mercado.
La decisión de reducir el precio máximo de la canasta básica a 910 pesos refleja una apuesta por el intervencionismo económico que, si bien puede tener efectos positivos en el corto plazo, plantea serios riesgos a largo plazo. La experiencia de otros países, como Argentina, demuestra que este tipo de políticas terminan afectando la producción, incentivando mercados negros y distorsionando las dinámicas económicas.
México está en una encrucijada: seguir repitiendo los errores de los modelos populistas o adoptar políticas que fomenten la libertad económica y la sostenibilidad. La historia ya ha dado lecciones claras sobre los riesgos de intervenir artificialmente en los precios, y es momento de que se tomen decisiones responsables para evitar caer en el mismo ciclo de errores.