En esta misma fecha pero del histórico 1986, la máxima deidad nos daría a los argentinos una de sus manos para anotar el primero de los dos goles con los que avanzaríamos a semifinales del mundial en el que se consagraría. Minutos más tarde, con una asitencia de lujo de Enrique, marcaría el segundo.
Ah si, la «máxima deidad» era Diego Maradona.