Muchos jóvenes y personas adultas a quienes les inquieta, de manera considerable, el hecho de encontrar la vocación perfecta o el trabajo ideal, se enfrentan a una cantidad de razones, actitudes y también creencias que condicionan enormemente dichas facultades. Por ello y al encontrase en una incertidumbre al pensar si se tiene talento para algo en concreto nace la interrogante ¿es posible hallar la vocación perfecta?
Se tiende a pensar que la palabra “perfección” es la clave ideal para alcanzar el éxito laboral. Por lo tanto, “si partimos de esta noción o de este imperativo categórico, muy probablemente estaremos limitando las posibilidades de explorar, de manera libre y racional, los diversos modos de descubrir aquello que nos podría acercar a poseer una vocación que responda dichosamente a nuestras más auténticas expectativas«, expresa el psicólogo Ignacio Diorio.
Este proceso no es fácil, desde luego. No hay nada, definitivamente, que nos pueda indicar con exactitud, diafanidad y profundidad, cuál es la profesión perfecta o el oficio ideal.
Las motivaciones individuales impulsan a hallar la vocación perfecta
Al contrario, la realidad actual, singularizada por una impresionante oferta de saberes más o menos viables e insertados en las acuciantes demandas económicas y sociales, tiende a generar una especie de caos electivo.
Por lo tanto, según el profesional de psicología «las motivaciones individuales para vislumbrar una profesión que responda a nuestras necesidades y, si es posible, a nuestra felicidad laboral y espiritual, parten de una elección personal cuya condición pueda mostrarnos si una profesión determinada se ajusta al campo de mis necesidades y demandas”.
Desde luego que tal situación crea una condición muy inestable en la vida, ya que la misma duda y la exploración incesante de posibilidades, termina por bloquear psicológicamente aquellos procesos óptimos en materia de definiciones lúcidas y convenientes para la vida.
Tenemos una idea mitificada del talento
Por otra parte, tal vez manejamos una idea mitificada de lo que constituye una vocación o un talento. A juicio de psicólogo Diorio, “parece que solo las «grandes cosas» como ser un artista de fama mundial, un empresario exitoso o un viajero intrépido que da la vuelta al mundo; se corresponden con una verdadera vocación».
Además, agrega: «Posiblemente estos grandes logros te pueden eclipsar y sientes que tu afición por otros oficios menos descollantes e, incluso, menos remunerados, pueden hacerte poco visible para una sociedad que, por regla general, siempre aplaude el éxito económico o mediático, pero mucho menos el trabajo realizado desde otras vertientes vitales y muy humanas”.
De modo que, para descubrir una profesión convenientemente perfecta, es necesario que establezcamos cuáles son los aspectos que mejor conectan con nuestras aptitudes más sinceras y dilucidar las alternativas pragmáticas en términos de los valores agregados a ciertas y determinadas profesiones. Así que, para conseguir esa profesión ideal, cercana a nuestras más íntimas necesidades, tenemos que dejar a un lado la culpa por no saber lo que a uno le gusta; y comenzar a mirar este asunto desde el respeto hacia uno mismo y sus procesos.
En otro orden de ideas, bien es cierto que es verdad que el desarrollo de una habilidad exige tiempo y foco para llegar a cierto grado de excelencia; esto no implica que tengamos que restringirnos a una sola cosa si no es nuestra naturaleza.
“Podés ser un excelente panadero y, al mismo tiempo, un programador en informática dividiendo tu tiempo entre ambas actividades. O si prefieres trabajar en una tienda de ropa y a la vez disfrutás escribiendo sobre gestión del tiempo; no tenés que descartar ninguna de estas pasiones si las podés compatibilizar de alguna manera”, señala el licenciado en Psicología.